Artículo escrito por Rodica Radian-Gordon, Embajadora de Israel en México
Publicado en el Periódico Excelsior - 27/01/11
Hoy se conmemora el Día Internacional de la Memoria por las Víctimas del Holocausto, establecido por la ONU el 27 de enero de 1945, fecha de la liberación del campo de exterminio nazi ¨Auschwitz¨.
La memoria colectiva asocia a “Auschwitz” - tal vez más que a otros campos de exterminio- con el Holocausto de los judíos de Europa, la Shoah. Diferentes países europeos establecieron días nacionales del Holocausto en otras fechas simbólicas, relacionadas con la historia específica de sus naciones durante ese período. Israel conmemora el día de la Shoah de acuerdo a la fecha del calendario hebreo en que inició el levantamiento del ghetto de Varsovia (16-04-43) ya que dicha revuelta simboliza el heroísmo judío del enfrentamiento con los nazis, desafiando todas las probabilidades y la lógica.
Cuanto más nos alejamos de esos eventos y más disminuye el número de los sobrevivientes, crecen el sentido y el contenido de la memoria. La pregunta central que surge al interrogarnos cómo pudo suceder, apunta a la singularidad del Holocausto en comparación con otros casos de genocidios que se han dado antes y después de éste.
El Holocausto fue la expresión extrema del antisemitismo que existió en Europa durante todo el segundo milenio. Al instaurar el principio de la desigualdad natural de la condición humana y arroparlo de su profundo antisemitismo, el régimen nazi destinó su capacidad de organización y su poder burocrático así como su avance tecnológico, su economía, su propaganda, que por sí solo logró convertir a uno de los grupos de ciudadanos más prominentes por sus aportes a las diferentes esferas de la sociedad y la cultura europea en un grupo ilegítimo que se podía y se debía exterminar. El exterminio de los judíos como individuos y como comunidades ocupó un lugar central y esencial en la concepción nazi del mundo, a diferencia de otros grupos perseguidos, como los gitanos, los comunistas y los homosexuales.
De ahí la necesidad de combatir sistemáticamente el antisemitismo en todas sus manifestaciones en el mundo, así como, ciertamente, todo tipo de racismo, discriminación, xenofobia, y todo genocidio dirigido específicamente en contra de un determinado grupo (político, étnico u otro).
La importancia del estudio del Holocausto de manera sistemática y rigurosa se hace cada vez más evidente en la medida en la que nos alejamos de los acontecimientos y la memoria se construye como “narrativa”. En 1991 el entonces Primer Ministro de Suecia detectó que la mayoría de los jóvenes europeos sabía muy poco sobre el exterminio de los judíos europeos, que había sucedido sólo medio siglo antes. Por esa razón promovió la creación de la Organización para la Cooperación Internacional en la Educación, Rememoración y Conmemoración del Holocausto (International Task Force). Desde entonces otros 30 países –no todos europeos- se han unido a esta organización. El conocimiento de este quiebre civilizatorio que encarnó el Holocausto y sus profundas raíces históricas en el prejuicio antisemita lo proyectan como un evento histórico singular que tiene significados universales y lecciones que nos afectan a todos. La designación del 27 de enero como día de recuerdo internacional es una contribución muy importante por parte de la ONU a este proceso.
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