A propósito de lo que ocurre esta semana en las Naciones Unidas, en torno a la iniciativa unilateral de la Autoridad Palestina por lograr un reconocimiento a su estatus diplomático, compartimos con usted dos textos con puntos de vista un tanto distintos.
Ambos nos parecen rescatables.
Ambos nos parecen rescatables.
La última palabra la tiene, como siempre, usted, amigo lector y radioescucha.
Columna de la especialista Esther Shabot, publicada este domingo 18 de septiembre 2011, en el periódico Excelsior:
Muchas diferencias existen entre el anterior máximo líder de la causa palestina, Yasser Arafat, y el actual, el presidente Mahmoud Abbas. Desde algo tan simple como la vestimenta —que sin embargo está cargado de sugerentes connotaciones— hasta la estrategia general para hacer avanzar la causa palestina. Arafat tuvo a lo largo de su vida una trayectoria veleidosa y errática que lo convirtió en una figura poco o nada confiable para grandes sectores de la comunidad internacional. Fue además incapaz de tomar las decisiones políticas que en determinadas coyunturas podían haber impulsado a la causa palestina de manera significativa y no consiguió liberarse nunca de la tentación de regresar una y otra vez a la violencia y el terrorismo como formas privilegiadas de su lucha. Uno de sus más graves errores fue sin duda su decisión de detonar en 2000 la segunda intifada, decisión que destruyó la mayoría de los avances que se habían conseguido en las negociaciones israelí-palestinas durante la década de los noventa.
Muchas diferencias existen entre el anterior máximo líder de la causa palestina, Yasser Arafat, y el actual, el presidente Mahmoud Abbas. Desde algo tan simple como la vestimenta —que sin embargo está cargado de sugerentes connotaciones— hasta la estrategia general para hacer avanzar la causa palestina. Arafat tuvo a lo largo de su vida una trayectoria veleidosa y errática que lo convirtió en una figura poco o nada confiable para grandes sectores de la comunidad internacional. Fue además incapaz de tomar las decisiones políticas que en determinadas coyunturas podían haber impulsado a la causa palestina de manera significativa y no consiguió liberarse nunca de la tentación de regresar una y otra vez a la violencia y el terrorismo como formas privilegiadas de su lucha. Uno de sus más graves errores fue sin duda su decisión de detonar en 2000 la segunda intifada, decisión que destruyó la mayoría de los avances que se habían conseguido en las negociaciones israelí-palestinas durante la década de los noventa.
Mahmoud Abbas sucedió a Arafat a fines de 2004 luego de la muerte de éste. Desde entonces, el sello de su liderazgo ha ido evolucionando en un sentido que lo diferencia cada vez más de su antecesor. Calificado en sus inicios como un personaje que carecía del carisma y la fortaleza necesarios para llenar el puesto, tuvo que remontar rebeliones y rupturas internas —como la protagonizada por las fuerzas del Hamas— lo mismo que críticas severas de su contraparte israelí debido al constante choque de intereses y de perspectivas que caracterizó a su relación. Sin embargo, la personalidad de Abbas fue cobrando poco a poco legitimidad entre la inmensa mayoría de los actores internacionales que se convencieron de que él encarnaba un liderazgo lo suficientemente honesto y coherente como para considerarlo un digno y capaz interlocutor con quien tratar las complejidades de la añeja disputa palestino-israelí.
De hecho, y sin muchos aspavientos, la discreta pero eficaz colaboración entre el gobierno de Abbas, Israel y Washington consiguió en los últimos años transformar radicalmente la atmósfera de Cisjordania, donde no obstante la persistencia de la ocupación israelí, se registró un impresionante avance económico y un notable aumento de la seguridad que incluyó la neutralización de la mayoría del activismo terrorista antiisraelí que en tiempos anteriores había sido la tónica en esa zona. Los éxitos en la gestión de Salam Fayad —primer ministro de Abbas y figura con un alto respeto en los círculos políticos y financieros internacionales—, contribuyeron a fortalecer aún más a Abbas ante su propio pueblo y ante la comunidad internacional.
En ese contexto se da la actual iniciativa de Abbas de presentar la solicitud de reconocimiento al Estado palestino en el Consejo de Seguridad de la ONU la próxima semana. Su prestigio internacional ha crecido sin duda al haber optado por la paciente diplomacia y no por la violencia para romper con el estancamiento del proceso de paz. No obstante la ira del gobierno israelí y la desaprobación de Washington por el paso decidido por Abbas, éste ha sumado más y más simpatías hacia su iniciativa con el tono que ha elegido para presentarla. En su discurso del 16 de septiembre en Ramala, donde se dirigió en árabe a su pueblo, enfatizó que de lo que se trata ahora no es de deslegitimar a Israel al cual se le reconoce plenamente, sino de deslegitimar a la ocupación, e insistió además en que se debe descartar la vía de la violencia, puesto que ésta atentaría contra la ruta diplomática que se ha emprendido.
Ciertamente el resultado final que tendrá la presentación de la solicitud palestina en la ONU en los próximos días es incierto y cargado de riesgos porque incierta es la dinámica que a partir de ella se impondrá. Sin embargo, lo que por lo pronto resulta evidente es la inteligencia con la que Abbas ha ido avanzando en cuanto a la aceptación internacional de su propuesta, y en contraste, el aislamiento y la parálisis que aquejan al gobierno israelí encabezado por Netanyahu, gobierno que enamorado del status quo y temeroso de perder el poder, ha carecido totalmente de iniciativas y propuestas creativas que pudieran conducir las cosas por otros derroteros.
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Texto editado por el activista Pablo Escandarani, de Buenos Aires, Argentina:
ISRAEL DESEA UN ESTADO PALESTINO QUE GARANTICE LA PAZ Y LA SEGURIDAD.
¿LA ONU PUEDE GARANTIZARLO?
1. Establecer peligrosos precedentes para la diplomacia internacional.
Los procesos diplomáticos pierden su valor cuando una parte puede simplemente salirse de ellos y lograr sus propios fines, sin considerar las necesidades básicas de la otra parte.
2. Violar los estándares legales vigentes de condición de Estado.
Desde 1933, en la Convención de Derechos y Obligaciones de los Estados, se definieron las siguientes condiciones:
• una población permanente.
• un territorio definido.
• sistema de gobierno.
• la capacidad para entablar relaciones con otros Estados.
Fatah gobierna Cirjordania y Hamas controla la entidad palestina en Gaza. Ninguno de ellos cumple con las condiciones antedichas. Son dos poderes rivales y no poseen una legislatura funcional.
La Asamblea de la ONU no otorga a las Naciones Unidas la autoridad para establecer un Estado. La ONU sólo tiene el poder de admitir a los Estados establecidos como miembros.
Los palestinos están eludiendo las normas y las responsabilidades de Estado e intentando utilizar la autoridad de la ONU para elevar simbólicamente su posición internacional, evitando los pasos para el establecimiento de un Estado legítimo.
Luego de complicadas gestiones diplomáticas, Israel y la OLP firmaron los Acuerdos de Oslo en 1933 y en 1995, ambos bajo la supervisión de Estados Unidos.
Los Acuerdos de Oslo específicamente llamar a una resolución negociada para el estatus permanente de Cisjordania, incluyendo temas como sus fronteras, Jerusalem, y la declaración de un Estado palestino. Se le prohibe a ambas partes la adopción de medidas unilaterales que puedan perjudicar el estatus final de los territorios en disputa.
Majmud Abbas, Presidente de la Autoridad Palestina
y de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), ahora está tratando de tomar medidas unilaterales.
Ninguna de las partes, ni Israel ni la OLP, ha renunciado al cumplimiento de los acuerdos firmados. Si la OLP ahora los viola, la paz se verá minada, incluyendo la legitimidad de la Autoridad Palestina
que fue establecida a través de los Acuerdos de Oslo.
4. Violar directamente las Resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de la ONU.
Ambas resoluciones llaman a acuerdos negociados de tierra por paz, que conduzcan a “fronteras seguras y reconocidas”. Las fronteras anteriores a 1967 que separaban a Israel de Cisjordania fue una línea de armisticio trazada fue la conclusión de la guerra de los Estados Árabes para destruir a Israel en 1948.
Nunca fue reconocida como una frontera internacional, y las resoluciones de la ONU no consideraron que fueran fronteras seguras para Israel.
La Autoridad Palestina y las naciones que apoyen la declaración unilateral de independencia de la Autoridad Palestina basada en las fronteras anteriores a 1967 están desafiando las resoluciones de las Naciones Unidas.
Hamas, que permanece en un estado activo de guerra contra Israel y está dedicado a la "destrucción" de Israel, tomó el control de Gaza tras la retirada israelí en 2005. Tiene miles de cohetes, que continúa lanzando contra las ciudades y granjas israelíes; mantiene el contrabando de armas a través de Egipto, y está predicando la destrucción de Israel en sus mezquitas y los medios de comunicación.
Una declaración unilateral ignora la grave amenaza que Hamas y otros grupos terroristas palestinos plantean a los israelíes desde Cisjordania, que está a sólo unos kilómetros de distancia de los principales centros urbanos de Israel.
La Autoridad Palestina firmó un pacto de unidad con Hamas, que gobierna Gaza.
Este pacto puede colapsar, pero la ONU todavía estaría sancionando a un gobierno palestino que podría incluir a Hamas, que ha sido designado como organización terrorista por los EE.UU., la Unión Europea, Canadá, Gran Bretaña, Japón y Jordania. La Autoridad Palestina
no exigió que Hamas cambie su plataforma política, que llama al la “destrucción” de Israel, el asesinato de los judíos y a la violencia.
Los palestinos deben renunciar al terrorismo, aceptar el derecho a la existencia del Estado Judío dentro de fronteras seguras, cumplir los últimos acuerdos de la OLP e Israel, negociar de mutuo acuerdo las soluciones de otras cuestiones pendientes, y acuerdar poner fin al conflicto.
8. Ser utilizado como paso inicial para la destrucción de Israel.
El presidente Abbas prometió que si la Declaración Unilateral de la Independencia es aprobada en la ONU, la Autoridad Palestina no reconocerá a Israel como un Estado Judío y no renunciará a sus reclamos hacia Israel.
La Autoridad Palestina
continuará luchando por el "derecho de retorno" para millones de palestinos, lo que destruiría Israel demográficamente.
La Autoridad Palestina continúa publicando mapas que representa todo el territorio de Israel como “Palestina”.
El presidente iraní, Majmud Ajmadinyad apoya la estrategia palestina. Según él, "reconocer el Estado Palestino no es la meta última. Es sólo un paso hacia la liberación de toda Palestina "
Ninguna de las cuestiones pendientes, como los refugiados y Jerusalén, se resolvería.
En cambio, los palestinos se sienten capaces de seguir haciendo las máximas exigencias, incluso por la fuerza de armas y el terrorismo, Hamas sigue haciéndolo.
Esto no va a conducir a la coexistencia pacífica buscada por Israel y los moderados en la región.
Israel ha demostrado repetidamente su disposición a hacer concesiones a los palestinos, pero Israel también posee derechos que los palestinos deben reconocer y respetar a través de acuerdos negociados.
Una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que declare un Estado palestino, debe ser vetada, y cualquier intento de reconocer un Estado palestino que realice la Asamble General
de la ONU, debe ser rechazado.
Todos los esfuerzos deben dirigirse hacia colocar a los palestinos de vuelta en la mesa de negociaciones, no apoyar su campaña para evitar el proceso de paz.
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