miércoles, 28 de septiembre de 2011

Carta al director de Milenio

SEÑOR DIRECTOR

Sabedores del sólido prestigio periodístico que ha alcanzado Milenio lo largo de más de diez años, nos dirigimos a usted extrañados por el documento “Crónicas de Palestina”, en el que a través de reportajes, crónicas y videos, se expone una visión bastante sesgada del conflicto en Medio Oriente.

Nos referimos particularmente al trabajo de tres reporteros –Alejandro Almazán, Óscar Camacho y Lilia Silvia Hernández-, quienes aluden invariablemente a una sola cara del conflicto y cuyo trabajo, lejos de ser periodístico, resulta propagandístico y calumniador.

Los tres reporteros están claramente – cabría decir, cínicamente- inclinados hacia una facción del conflicto y su trabajo contrasta notablemente con la forma ecuánime y bien sustentada con la que, por lo general, se abordan los temas controversiales en Milenio.

Enumeramos a continuación algunas de las flagrantes omisiones, imprecisiones, errores y falsedades contenidos en las “Crónicas de Palestina”:

a)    En el trabajo titulado “La llave, el piano y la fe de Nora Kurtz”, el reportero afirma equivocadamente que Cisjordania es “como se le conoce también a Palestina”. Imperdonable muestra de incompetencia periodística, especialmente para un reportero comisionado a la región. A saber, Cisjordania es un territorio ubicado en el costado oriental de Israel, el cual no comprende, por ejemplo, la Franja de Gaza, entre otros territorios reivindicados por el pueblo palestino.

b)    La única fuente consultada del lado israelí es un concejal de Jerusalén, citado desde el principio como un firme detractor de la política de su país, lo que evidencia que las crónicas mantienen una premeditada inclinación y asumen un deliberado propósito ideológico. Por cierto, el nombre de pila del concejal es Meir, pero los reporteros, por vergonzosa falta de precisión y esmero, lo citan con el nombre de “Mier” en todas las entregas en las que aparece.

c)    La entrevista titulada “Itaf, la muyahida”, consiste en la reivindicación de una terrorista forrada de dinamita que estaba dispuesta a inmolarse en el corazón de Jerusalén, según las palabras del entrevistador, quien expresa repetidamente una suerte de indignación por sus propias suposiciones, ninguna de las cuales se concreta en el mundo real. Por ejemplo, el periodista se refiere a la posibilidad, no consumada, de que la mujer terrorista hubiera sido asesinada por los israelíes –“Supo con certeza que la iban a matar”, afirma el reportero- o de que hubiera podido sufrir un deleznable maltrato a manos del ejército israelí –“Yo me he puesto a imaginar una cara cosida como una pelota de béisbol. Pero el islam la obliga a cubrirse de pies a cabeza por un burka y apenas puedo mirarle los ojos”-. Así, entre conjeturas y suposiciones, el entrevistador siembra en el lector escenarios maliciosamente concebidos en su imaginación, escenarios que en la realidad no ocurrieron.

d)    En “754 kilómetros de maldición, el reportero afirma que Mier [sic] quiere que “su raza deje en paz a Palestina”. Su raza quiere decir la raza judía, misma que debe dejar en paz a Palestina. El judaísmo es una religión, una cultura, pero no una raza y menos una que, en esos términos, tenga el propósito de perjudicar a otro pueblo. Suponíamos que esta clase de prejuicios habían quedado enterrados hace más de sesenta años en la Europa nazi-fascista.

e)    Cuando los reporteros, en diferentes capítulos de la serie, aluden a Palestina, no queda claro a qué se refieren. Hasta ahora no existe un territorio denominado así. Hay ciertamente dos regiones autodeterminadas –Cisjordania y Gaza- que no se rigen bajo el mismo gobierno y que aún no constituyen un estado independiente. Pero referirse a Palestina como un estado efectivo es símbolo indiscutible de un posicionamiento ideológico y, en consecuencia, de una falta total de seriedad periodística.

f)     En  los videos de la misma serie, transmitidos en Milenio Televisión, abundan los sofismas patéticos, es decir, argumentos inválidos que apelan al sentimentalismo y a las emociones, en lugar de apelar a la razón y a los hechos. La periodista Lilia Silvia Hernández, por ejemplo, recurre a la compasión del espectador para enmascarar la compleja realidad de Medio Oriente, que para nada se reduce a una lucha de buenos y malos; basta prestar atención a la música y a las imágenes empleadas en dichos documentos, por no mencionar la descripción verbal que, incapaz de diferenciar entre el Estado de Israel y el pueblo judío, oscila a menudo entre un agudo antiisraelismo y matices de verdadero antijudaísmo.

Es llamativo que los trabajos de la misma serie en los que no intervienen los citados reporteros, como “Israelíes y palestinos: Un conflicto sin fin”, “Las claves del Estado Palestino” y “Un estado palestino es vital para Israel”, contrastan notablemente con el resto de las entregas, pues no se inclinan arbitrariamente por una sola de las partes, sino que reconocen responsabilidades a ambos lados del conflicto.

Señor director, los panfletos ideológicos no deberían expresarse a través de un medio de comunicación tan serio como el que usted encabeza pues, tal como ocurre en este caso, tienden a desinformar, a encubrir datos y a tergiversar los hechos.



ATENTAMENTE

Enrique Chmelnik

Emilio Betech

Loren Michan

Alicia Caltum

Ricardo Silva

Integrantes del programa radiofónico El Aleph (Radio Red)

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